domingo, 14 de febrero de 2016

Hueso Seco. Capitulo 2, parte 1.

CAPITULO II
Russek se despertó y fue saliendo poco a poco de su letargo. Sintió en la boca un poco el metálico sabor de la sangre. Comenzó a notar que no estaba en su cama, ni en su casa, y también notó que su boca no se abría, estaba un poco pegada. Abrió la boca con un poco de esfuerzo, descubrió que la tenía sellada con sangre coagulada, restos de carne cruda y una pisca de excremento, la bocanada de aire que inevitablemente tomó al abrir la boca lo hizo saborear todo eso; vomitó, vomitó carne cruda mal digerida, al sentir el sabor y el olor vomito de nuevo. No era solo por los desagradables sabores y olores, su estómago estaba sobrecargado de carne y ahora la rechazaba así que siguió volviendo el estómago.

Luego notó los cadáveres que estaban cerca de él. Al parecer dos hombres adultos, descuartizados y destripados brutalmente, estaban por todas partes, la mayor parte de los torsos estaban muy cerca de él. No hacía falta pensar mucho, si alguien hubiera juntado todos los restos aun estarían incompletos los cuerpos, pero a cada descarga de vomito de Russek les faltaba menos, se hacía más obvio, pero igual de inaceptable que la carne que les faltaba a esos cadáveres estaba dentro de él.

Le llegan a la memoria recuerdos que no puede ubicar en tiempo; recuerda haber conocido al director de CPASP, Miguel Lomelí, y al capitán Medina, un cadáver difícil de olvidar, recuerda vagamente haber hecho una jornada de observación normal. Esos eran recuerdos de dos días antes de esa mañana.

El día anterior, que Russek no recordaría nunca, estuvo trabajando, quería observar el trabajo del Escuadrón Especial, el equipo de élite al que le dejaban los asuntos más difíciles; ya había conocido al capitán. Pero ese día salieron de caza.

Recientemente un caso se catalogó como “especial”: Un hombre llevaba algunos días matando gente descaradamente; a plena luz del día y aparentemente al azar. Se ponía detrás de su víctima elegida, con una mano le sujetaba la cabeza y con un cuchillo que llevaba en la otra les abría la garganta y no lo soltaba hasta que se desangraba por completo. Luego se iba con toda calma. La policía intentó detenerlo, se defendió, los policías tuvieron que disparar. Dos oficiales muertos, uno herido y perturbado, y al menos 15 balazos acertados que no dañaron al tipo, fue suficiente para que el caso se turnara ala CPASP, los agentes de ésta lo encontraron y de una manera desafortunada (una baja), descubrieron que era también inmune al plomo bendito. Un reto adecuado para el EE, el Escuadrón especial.

Ángel pidió ir con ellos a ver la acción, pero le dijeron que sería imprudente, demasiado peligroso, desde luego no se lo permitieron. Como no pudo acompañar al EE, le dio seguimiento al trabajo de un agente común; fue con el oficial Emiliano Landeros a patrullar en una jornada normal. Primero fueron a atender un reporte de un zombi fuera de control en un barrio de clase media. Cuando llegaron estaban algunos vecinos en la calle, hablaban, estaban esperando a los oficiales, otros solo se asomaban por sus ventanas y no había ningún zombi.

-Buen día, tenemos un reporte de un zombi fuera de control.-Dijo el oficial Landeros a la pequeña multitud.

-Sí, yo llamé-Era una señora delgada, con aires de cultura- El zombi estaba aquí hace un momento, pero ya lo metieron; es de la señora que vive ahí- señaló la casa.

-Vieja bruja- gruñó en voz baja uno de los metiches.

-¿hay algún herido?- Preguntó.

-Esta vez no, pero no tardará en haberlo –Dijo la señora con frustración, y la voz se le quebró cuando continuó diciendo:- Mis hijos estaban jugando aquí afuera cuando esa cosa salió.

-Es peligroso, el otro día se comió a un pero- Se entrometió un vecino, los otros lo secundaron asintiendo con la cabeza y frases como “si cierto”.

-¿Reportaron eso?-

-¡No! Era un perro de la calle, no era de nadie.- Respondió otra vecina.

-¿Qué? ¿Se la van a llevar o qué?- Preguntó la delgada, que parecía a punto de romper en llanto de rabia e impotencia.

Emiliano Landeros tomo un respiro para prepararse a decir lo que la mujer ya sabía que iba a escuchar- Bueno, no podemos hacer mucho si el zombi no está en la vía pública.
La señora lanzó un quejido – sí, ya sabía. No van a hacer nada hasta que en vez de un perro sea un niño.- Las lágrimas y los sollozos se le escaparon, una vecina la consoló. Las miradas de desprecio y enojo pesaron sobre Landeros, incluso sobre Russek.

-Vamos a intentar hablar con la señora-Sabía que no los contentaría, pero él se sentía mejor intentándolo.

La conversación con la dama poseedora del cadáver fue muy corta. No los dejó pasar, ya tenía una acta de defunción en la mano, se las enseñó y les dijo- Es mi esposo y haré lo que yo quiera con él, ustedes no se lo pueden llevar. Váyanse.

El oficial Landeros les dijo a los tres vecinos que quedaban, la delgada que llamó ya no estaba entre ellos, que “estarían al pendiente”, ellos no le creyeron, él tampoco se creyó, el deber  estaba cumplido.

Russek pensó en lo horrible de la situación de una viuda que revive a su esposo. “La mujer no puede superar la muerte de su marido y lo resucita. Pero ¿Qué tanto aquella criatura seguirá siendo su marido? ¿Cómo podría alguna vez llegar a aceptar su pérdida cuando una cosa que alguna vez fue su esposo sigue caminando por ahí?” Pensamientos espeluznantes y algo interesantes, pero se obligó a cortarlos cuando figuró el ellos la horrorosa imagen de la necrofilia.

Les quedaba aún una jornada de decepcionantes misiones, se dirigían a la siguiente, un 218, un reporte de un hombre que aparentemente perdió la capacidad de erección por artificio de la bruja de su exnovia. Iban por un boulevard muy transitado, una camioneta blindada, del tipo que transportan valores, les cerró el paso de pronto. El oficial Landeros tenía buenos reflejos pero no pudo evitar chocar, detrás de él una larga fila de autos tampoco pudieron evitarlo.

La camioneta se separó, y las puertas traseras se abrieron empujadas por la fuerza de media docena de zombis que se abalanzaron contra el coche patrulla. Los zombis golpearon el parabrisas antibalas con fuerza pero solo lograron estrellarlo. Ángel salió del auto huyendo, corrió por un lado de la fila, cuatro zombis lo siguieron. Pronto Russek quedó sin escapatoria, el tránsito del boulevard no le permitía avanzar más allá de donde terminaba la carambola sin ser arrollado,  recordó que tenía el revolver de Jaime, lo sacó, apuntó, y… Nada, el martillo no estaba en su lugar, desesperadamente lo acomodó, los zombis ya casi lo alcanzaban, volvió a disparar; fracasó como tirador, falló el tiro y el culetazo le lastimó la muñeca. Los zombis lo capturaron, lo metieron al último auto de la fila, un charger 64 negro que ya tenía la puerta abierta y el asiento del copiloto echado para adelante, dos zombis entraron con él para inmovilizarlo. Antes de arrancar el conductor le inyectó algo a Russek, entonces todo se desvaneció, vio todo borroso, luego no vio nada, calló en un sueño.

Después de acabar con los dos muertos, Landeros fue a buscar a Ángel, ya no lo encontró a él, solo a otros dos zombis que también tuvo que abatir; Fueron tan duros de re-matar como los primeros, ninguno se calló con menos de cinco balas benditas, Landeros nunca antes se había enfrentado con zombis tan resistentes. Al no encontrar a Russek no supo que hacer por un momento, luego recordó la camioneta blindada, corrió rápido, pero ya era demasiado tarde, no se veía la camioneta por ningún lado.

El oficial Emiliano Landeros terminó de aceptar la situación hasta que lo comunicaba por radio a la central “raptaron al observador”.

Lomelí tomó el asunto en sus manos. Se llevaron los cuerpos a examinar, y Lomelí se dirigió con algunos hombres a hacer investigación por su cuenta. El comandante condujo el auto, ni siquiera dijo a donde los llevaba. El hombre que por lo generar era callado y de mirada severa se puso aún más serio, sabia la seriedad del asunto.

Conforme se fueron acercando a su destino, la mayoría de los agentes se dieron cuenta de a dónde iban, algunos ya habían ido, a otros les platicaron quien vivía por aquel barrio. Valerio el levantamuertos, especialista en resucitar cadáveres para crear esclavos zombis. No es que fuera el único dedicado a levantar muertos en la ciudad, pero si el mejor, se ganó su fama por hacer zombis resistentes para el trabajo duro, o para el combate, zombis que incluso podían seguir atacando aunque les volaran la cabeza, según contaba la gente, el mejor de la ciudad, probablemente el mejor del país.

Lomelí llegó directo a golpear con fuerza la puerta y a gritar “ Valerio sal ahora”, pero no esperó respuesta, él mismo abrió la puerta y entró. El hechizero estaba haciendo un “trabajito” de vudú con un muñeco de trapo, cuando el comandante Lomelí y sus hombres entraron, Valerio escondió el muñeco bajo un sillón, pero solo fue un impulso, una costumbre arraigada que ya no tenía sentido porque desde hacía mucho tiempo y experiencia que Valerio no le temía ni a la policía ni a la CPASP, incluso se sonrojó un poco de su infantil reacción.

-Buen día oficiales ¿tienen una orden de cateo?- dijo Valerio tranquilo.

-¡Cállate! Ya luego me ocuparé del papeleo, aquí hay suficiente evidencia- Lomelí sacó el muñeco de trapo de su escondite.- Vas a cooperar, o no solo haré que te pudras en la cárcel, además veré que te hagan un muñequito de estos para regresarte cada mal que has hecho.

-¿En qué te puedo ayudar Miguel?-

El comandante Lomelí le pidió un folder a uno de los oficiales, lo abrió y le dio las fotos que contenía al hechicero. Eran fotografías de los zombis que Landeros abatió.

-¿Esos zombis tú los hiciste?- Preguntó Lomelí.

-No lo sé- respondió el hechicero mientras examinaba calmadamente las fotos- he hecho muchos y no me puedo acordar de todos- Era listo y con mucha experiencia, sabía bien que su oficio estaba dentro del cobijo de una profunda grieta legal.

-Costó trabajo tumbarlos, a este le tuvieron que dar siete tiros, con balas benditas. Es un trabajo bien hecho, como los tuyos.

El levantamuertos se sorprendió sinceramente -Me alagas Miguel, pero mis trabajos no son tan buenos, mis zombis no soportan el plomo bendito. No quisiera admitirlo, pero sí es como dices, esto lo hizo alguien mejor que yo.

-Entonces dime quién.

-No sé- Hizo un auténtico gesto de ignorancia con hombros y cara.

-Vámonos- Les dijo Lomelí a sus subalternos, luego se dirigió a Valerio- Luego volveré por ti- le apuntaba con la misma mano con que agarraba al muñeco.


-Aquí te espero Miguel- Valerio el levantamuertos echó una sonrisilla al despedirse porque sabía que Miguel blofeaba y Valerio se aseguraba de que aquel supera que él lo sabía.